9 jun 2012

Yoga Vasishtha de Valmiki: Séptima conversación


EL MUNDO ESTA EN LA MENTE
Yoga Vasishtha
EXTRACTOS DE LAS INSTRUCCIONES DEL SABIO VASISHTHA A SU DISCÍPULO EL PRÍNCIPE RAMA

La obra titulada Yoga-Vasishtha, conocida también como Maharamayana, comprende treinta y dos mil versos atribuidos al sabio Valmiki, el primer poeta que se expresó en la lengua sánscrita tal como aún hoy la conocemos. En verdad, Valmiki podrá siempre reclamar para sí el hecho de ser el más grande de los poetas sánscritos, y el Yoga-Vasishtha está penetrado de una poesía de la más alta inspiración.
El Yoga-Vasishtha ha sido el libro preferido de yoguis y ermitaños en sus retiros del Himalaya, así como el de reyes y hombres de estado de la India. Comparten la opinión de que quien lo estudia con atención y vive sus enseñanzas se alza por encima de las limitaciones de la materia y, experimentando una inmutable beatitud en su propio ser, hace partícipe a su prójimo de su propia exaltación espiritual por medio de la bondad y de la verdadera filantropía.

SÉPTIMA CONVERSACIÓN

Dijo el príncipe Rama:

«Dime ahora, Señor, cómo puede conseguir la liberación un ignorante o un perezoso, un débil que nunca haya frecuentado a yoguis ni haya recibido ninguna instrucción espiritual.»

Respondió Vasishtha:

«Oh Rama, el ignorante que nunca ha alcanzado ninguno de los grados del Yoga es arrastrado por la corriente de la reencarnación a través de centenares de nacimientos, hasta que en un nacimiento u otro tenga ocasión de adquirir la luz espiritual. Puede ocurrir también que, con el trato de santos, llegue a sentirse insatisfecho del mundo y que eso le conduzca a un grado de Yoga.

Oh Rama-ji, ¡destruye la sensualidad! Ese es el primer grado. ¿Por qué utilizar muchas palabras cuando se puede expresar con pocas?

El deseo es nuestra principal esclavitud, y su ausencia nuestra completa liberación.

Quien posee un sentido tenaz del egoísmo jamás se libera de los sufrimientos de la vida; es la negación de ese sentimiento lo que proporciona la liberación.

Quienes están atados a los placeres piensan que la beatitud del nirvana1 no es nada; prefieren la mundanalidad a la felicidad definitiva que otros han realizado, y quien así se comporta es declarado hombre activo y enérgico.

Semejante hombre mundano se parece a una tortuga, que recogiendo la cabeza bajo su caparazón, la saca a veces para beber el agua salada del mar donde habita; permanece en la misma condición hasta que logra, tras muchos nacimientos, una vida mejor, orientada hacia su salvación.

Pero quien reflexiona sobre la nada del mundo y sobre la mísera posición que en ella ocupa no permite que la corriente de las actividades que día tras día ha ejercido le arrastre ahora.

Cuando un hombre empieza a pensar de qué manera podría sustraerse de las pasiones y atravesar el tumultuoso océano del mundo es como si recuperara sus sentidos.

Quien desprecia las fatuas distracciones y las mediocres actividades de los hombres, quien se entrega a actos meritorios en vez de insistir en los defectos e imperfecciones ajenos, quien compromete su mente en actividades útiles sin causar perjuicio a nadie y se muestra indiferente ante todo placer y gozo corporal, quien mantiene conversaciones amistosas y compasivas y pronuncia las palabras oportunas en el lugar adecuado, de un hombre así se dice que se halla en el primer estadio del Yoga. Para él es un deber buscar la sociedad de los buenos y moldear en ella pensamientos, palabras y actos.

Se hace con libros sobre la filosofía divina y los estudia con diligencia; medita su contenido y retiene las doctrinas que tienen el poder de salvarle del mundo depravado.

Llega entonces al segundo grado del Yoga, llamado estadio de la búsqueda.

Escucha de los labios de los pandits tradicionales la explicación de los Shrutis y de los Smritis2, las reglas de buena conducta y los métodos de meditación y de práctica del Yoga.

Se despoja de su porte exterior de orgullo y de vanidad, así como de su envidia y de su avaricia, como se despoja una serpiente de su antigua piel. 

Habiendo purificado así su mente, se dedica con devoción al servicio de los instructores espirituales y de los santos que le descubren los misterios de la filosofía del Yoga. Accede entonces al tercer estadio.

Aprende a que su mente se establezca en la perseverancia conforme a las enseñanzas del Yoga, y consagra su tiempo a conversaciones sobre temas espirituales y a buenas acciones hacia los demás.

El hombre dotado de sabiduría que ha llegado hasta este tercer estadio permanece en un estado de consciencia independiente tanto de la objetividad como de la subjetividad.

Se ha liberado3 del sentimiento de ser, bien el sujeto o bien el objeto de sus actos.

Sabe que toda unión acaba en desunión y toda ganancia terrenal en pérdida; gracias a esa convicción y a la práctica continua de la meditación y de la virtud llega con certeza a conocer a Dios dentro de sí con la claridad con que se ve un fruto en la palma de la mano.

El conocimiento del Autor supremo de la Creación le penetra de la segura convicción de no ser ‘yo’, sino Dios, quien hace todo en el mundo.

Habiendo renunciado a su sentido de individualidad4, un hombre así ya no está apegado a nada en el mundo.

El contento es un agradable perfume en la mente y los actos virtuosos son tan bellos como pétalos de rosa. La flor del discernimiento interior se abre como un capullo de loto bajo los efectos de los rayos del sol de la razón y produce un fruto de santidad en el jardín del tercer estadio de la práctica del Yoga.

El cumplimiento, incluso parcial, de estos grados del Yoga Adhyatma es suficiente para anular el mal karma5 del pasado.

A estos tres estadios, oh Rama-ji, se les llama en conjunto estado despierto, porque el yogui conserva en él la percepción de las diferencias entre las cosas.

Un yogui así merece veneración; únicamente realiza acciones justas; él cumple con constancia sus deberes sociales.

Quien ha consagrado su mente al Yoga con un celo total e inquebrantable y ve todas las cosas en una misma luz se considera que ha alcanzado el cuarto estadio del Yoga.

Cuando el error de la dualidad se ha desvanecido y el conocimiento de la unidad interior brilla con resplandor soberano, el yogui se encuentra en ese cuarto estadio, y observa al mundo como una visión de su sueño.

El quinto estadio es un grado de inmensa felicidad, que no es otra que la felicidad de la visión de Dios en todas partes, oh Rama-ji. El yogui se alza por encima de eso y, descendiendo a través de su mente a las regiones inferiores —¡un gran sacrificio sin duda!— sirve en los demás a su propio Sí mismo.

El sexto es el estadio de la liberación en vida, oh Rama-ji, en el que ambas, unidad y dualidad, desaparecen. Quien lo alcanza se sumerge en el éxtasis divino dentro y fuera de sí y se halla en posesión de poderes superiores; sin embargo, parece humilde a primera vista.

El séptimo estadio es imposible de describir con palabras y supera los límites de la tierra y del cielo. De él se dice que es parecido al estado de Shiva6 y Brahma.»


Notas:
1 Nirvana: Inmortalidad consciente. Identificación del espíritu individual con el Espíritu infinito y supremo; libertad eterna; perfección espiritual.
2 Smritis: Literalmente: «lo rememorado». Enseñanza tradicional transmitida por las anteriores generaciones, por oposición a Shruti, «lo revelado», las Escrituras reveladas.
3 Liberado: El yogui no se ve a sí mismo como autor de actos ni como susceptible de ser afectado por ellos.
4 Sentido de individualidad: Sentido de la acción, sentimiento de ser «activo». Egoidad.
5 Karma: Cúmulo de los efectos de las acciones pasadas (incluidas las acciones realizadas en reencarnaciones precedentes) que fructifica como destino presente y futuro de la mente individual. Ley de causalidad considerada respecto al comportamiento humano.
6 Shiva: Tercer aspecto de la trinidad hindú, Brahma, Vishnu y Shiva, que, respectivamente, presiden la creación, la conservación y la disolución del universo. A Shiva se le llama también Señor de los Yoguis.

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