2 nov 2012

Asanas: Percepción consciente, inteligencia corporal

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Percepción consciente: cada poro de la piel ha de convertirse en un ojo
De "Luz sobre la vida" de B K S Iyengar

Creemos que la inteligencia y la percepción sólo tienen lugar en nuestros cerebros, pero el yoga nos enseña que la percepción consciente y la inteligencia deben permear todo el cuerpo. Todas las partes del cuerpo deben ser "anegadas" por la inteligencia. Debemos crear un matrimonio entre la percepción consciente del cuerpo y la de la mente. Cuando ambas no cooperan, las dos se sienten infelices. Eso provoca una sensación de fragmentación e "in-disposición". Por ejemplo, sólo deberíamos comer cuando la boca salivase de manera espontánea, pues eso es la inteligencia corporal diciéndonos que estamos hambrientos. Si no, nos vemos obligados a alimentarnos a la fuerza y el resultado es la enfermedad.
Mucha gente moderna utiliza tan poco su cuerpo que pierde la sensibilidad de la consciencia corporal. Pasan de la cama al coche al despacho al coche al sofá y a la cama, pero sin ninguna consciencia en sus movimientos, sin inteligencia. No hay acción. La acción es movimiento con inteligencia. El mundo está repleto de movimiento. Lo que el mundo necesita es un movimiento más consciente, más acción. El yoga nos enseña cómo insuflar inteligencia a nuestros movimientos, transformándolos en acción. De hecho, la acción que se introduce en un asana debería animar a la inteligencia, mientras que normalmente la mente queda atrapada y se excita sólo con el movimiento. Un ejemplo de esto último lo tenemos cuando uno se queda apasionadamente atrapado mirando un partido de fútbol. Eso no es yoga. Yoga es cuando uno inicia una acción en asana, y en alguna otra zona del cuerpo, algo se mueve sin permiso. La inteligencia lo investiga y pregunta: "¿Está eso bien o mal? Y si está mal, ¿qué puedo hacer para cambiarlo?".
¿Cómo desarrollar esa inteligencia en el cuerpo? ¿Cómo aprender a convertir nuestro movimiento en acción? Asana puede empezar a enseñárnoslo. Desarrollamos una sensibilidad tan intensa que cada poro de la piel actúa como un ojo interior. Nos hacemos sensibles a la interconexión entre piel y carne. De esta manera, nuestra percepción consciente se difunde por toda la periferia de nuestro cuerpo y puede sentir si tenemos el cuerpo alineado en un asana particular. Con la ayuda de esos ojos puede ajustarse y equilibrarse suavemente el cuerpo desde el interior. Eso es distinto a ver con los dos ojos normales. En lugar de eso se siente, se siente la posición del cuerpo. Cuando se está en la postura del guerrero, con los brazos extendidos, se pueden ver los dedos de la mano que está delante, pero también pueden sentirse. Pueden sentirse sus posiciones y su extensión hasta las puntas de los dedos. También puede sentirse la colocación de la pierna trasera y decir si está recta o no sin tener que mirar hacia atrás o utilizar un espejo. Hay que observar y corregir la postura corporal (ajustaría desde ambos lados) con la ayuda de los trillones de ojos con los que contamos en forma de células. Así es como se empieza a introducir percepción consciente en el cuerpo y a fusionar la inteligencia cerebral con la muscular. Esta inteligencia debe existir en todo el cuerpo a lo largo de todo el asana. En el momento en que desaparece la sensación en la piel, el asana se torna torpe, perdiéndose el flujo o corriente de la inteligencia.

La percepción consciente del cuerpo y la inteligencia del cerebro y del corazón deben mantenerse en armonía. El cerebro puede dar instrucciones al cuerpo para adoptar una postura, pero el corazón también debe sentirlo. La cabeza es la sede de la inteligencia; el corazón es la sede de la emoción. Ambos deben trabajar cooperando con el cuerpo.

Se ejercita la voluntad, pero el cerebro debe estar dispuesto a escuchar al cuerpo y comprobar qué resulta razonable y prudente dentro de las capacidades del cuerpo. La inteligencia del cuerpo es un hecho real. Es real. La inteligencia cerebral sólo es imaginación. Así que hay que convertir la imaginación en real. El cerebro puede soñar que hoy quiere hacer un difícil estiramiento hacia atrás, pero no puede forzar lo imposible ni siquiera a un cuerpo dispuesto a ello. Siempre intentamos progresar, pero para ello resulta esencial la cooperación interior.

El cerebro puede decir: "Puedo hacerlo". Pero la rodilla puede contestar: "¿Y tú quién eres para darme órdenes? Soy yo quien tiene que decidir si puedo o no puedo hacerlo". Así que es necesario escuchar lo que el cuerpo tenga que decir. A veces el cuerpo coopera, y a veces rehusa hacerlo. En caso necesario, hay que utilizar la inteligencia para reflexionar. Las soluciones se presentarán por sí mismas aunque al principio hay que andar a tientas. Entonces se podrá contar con un verdadero entendimiento entre el cuerpo y la mente, pero para llegar ahí se necesita humildad en el cerebro y también comprensión en el cuerpo. El cerebro no lo sabe todo. Si el cerebro recibe conocimiento del cuerpo, más tarde podrá, a su vez, aumentar la inteligencia corporal. De este modo, cuerpo y cerebro empiezan a cooperar para dominar el asana.

Éste es el proceso de entrelazado e interpenetración, cuando las envolturas o capas del ser operan con armonía entre sí. Con entrelazado quiero decir que todas las hebras y fibras de nuestro ser, a todos los niveles, entran en contacto y comunicación entre sí. Así es como cuerpo y mente aprenden a trabajar juntos. La piel proporciona la capa de inteligencia más externa. En nuestro núcleo radica nuestra sabiduría más íntima. Por ello, el conocimiento de la percepción externa y la sabiduría interna deben entrar en contacto al realizar las posturas. En ese momento no existe dualidad; se es uno; se es completo. Se existe sin la sensación de existir. El desafío de la piel debe dar un toque al Sí-mismo o Alma, y el Sí-mismo debe preguntar: "¿Qué más tengo que hacer?". El conocimiento externo incita al Sí-mismo a actuar.

Como ya he dicho, mientras se practica yoga es el cuerpo quien debe decirnos qué hacer, y no el cerebro. El cerebro debe cooperar con el mensaje que recibe del cuerpo. Suelo decirles a los estudiantes: "Vuestro cerebro no está en vuestro cuerpo! Por eso no podéis con el asana". Lo que quiero decir, claro está, es que la inteligencia está en sus cabezas, y no llenándoles el cuerpo. Puede que el cerebro se mueva más deprisa que el cuerpo o que el cuerpo no acierte a cumplir las instrucciones del cerebro, debido a la falta de una instrucción adecuada por parte de la inteligencia. Es necesario aprender a mover el cerebro no tan deprisa, para que así pueda seguir al cuerpo, o bien hacer que el cuerpo se mueva más rápido para que se ajuste a la inteligencia del cerebro. Que el cuerpo sea el hacedor, y el cerebro el observador.

Tras la acción hay que reflexionar sobre lo que se ha hecho. ¿Ha interpretado correctamente la acción el cerebro? Si el cerebro no observa de manera correcta, entonces la acción está teñida de confusión. El deber del cerebro es recibir conocimiento de parte del cuerpo y a continuación guiar al cuerpo para que refine la acción. Hay que detenerse y reflexionar entre cada movimiento. Eso es desarrollar la atención. Luego, en la calma, puede uno llenarse de percepción consciente. Pregúntate a ti mismo: "¿Han cumplido su papel todas mis partes?". El Sí-mismo ha de descubrir si se ha hecho bien o no.

Hacer un alto para reflexionar sobre los movimientos no significa que no haya que reflexionar sobre durante los movimientos . Debe existir un análisis constante durante la acción, y no sólo después. Eso proporcionará una comprensión real. El auténtico significado del conocimiento es que la acción y el análisis estén sincronizados. El movimiento lento permite la inteligencia reflexiva. Permite que nuestras mentes observen el movimiento y su resultado es una acción diestra. El arte del yoga radica en la agudeza de la observación.

Cuando nos preguntamos a nosotros mismos: "¿Qué estoy haciendo?" o: "¿Por qué lo hago?", nuestras mentes se abren. Eso es tomar conciencia de uno mismo. No obstante, es necesario señalar que los estudiantes deben tomar conciencia de ellos mismos, pero sin sentirse cohibidos. Esta cohibido implica que la mente no hace más que preocuparse acerca de sí misma, en un mar de dudas y absorbida en ella misma. Es como tener a un demonio y a un ángel sentados en los hombros y discutiendo continuamente acerca de lo que uno debería hacer. Cuando se está cohibido se acaba agotado. También se fuerzan los músculos de modo innecesario porque se está pensando en el asana y en cuánto se quiere uno estirar, en lugar de experimentar el asana y estirar atendiendo a las propias necesidades.

Tomar conciencia de unos mismo es exactamente lo contrario de estar cohibido, de la falta de naturalidad. Cuando se toma conciencia de uno mismo se está totalmente dentro de uno mismo, y no mirando dentro desde fuera. Se es consciente de lo que se hace sin ego ni orgullo.

Cuando no se puede mantener el cuerpo quieto tampoco se puede mantener quieto el cerebro. Si se desconoce el silencio corporal, no puede comprenderse el silencio mental. Acción y silencio deben ir de la mano. Si hay acción también debe haber silencio. Si hay silencio debe existir acción consciente y no sólo movimiento. Cuando la acción y el silencio se combinan como los dos discos del embrague de un coche, significa que se tiene puesta la marcha de la inteligencia.

Mientras se realizan las posturas la mente debe hallarse en un estado interior consciente que no quiere decir dormir; significa silencio, vacío, espacio que puede llenarse de una aguda percepción consciente de las sensaciones creadas por la postura. Uno se observa a sí mismo desde dentro. En completo silencio. Hay que mantener una actitud desapegada hacia el cuerpo y, al mismo tiempo, no descuidar ninguna de sus partes ni mostrar prisa alguna, sino permanecer alera mientras se ejecuta el asana. Apresurarse agota la energía, tanto si se está en Delhi como en Nueva York. Hay que hacer las cosas con ritmo y una mente sosegada.

Resulta difícil hablar del conocimiento corporal. Es mucho más fácil experimentarlo, descubrir "a qué sabe". Es como si los rayos de la luz de la inteligencia resplandeciesen a través del cuerpo, recorriendo los brazos hasta la punta de los dedos y las piernas hasta la planta de los pies. Mientras esto sucede, la mente se torna pasiva y empieza a relajarse. Se trata de una pasividad alerta, no de una pasividad torpe o vacía. El estado de reposo atento regenera la mente y purifica el cuerpo.

Al ejecutar un asana hay que recargar constantemente la percepción consciente intelectual; eso significa que la atención fluye sin interrupción. En el momento en que uno se hunde, no se recarga y la atención se dispersa. Entonces la práctica de asana es un hábito y no una práctica creativa y vigorizante. En el momento en que se introduce la atención se está creando algo, y la creación implica vida y energía. La percepción consciente nos permite superar el cansancio y agotamiento en nuestras posturas y en nuestras vidas. A los yoguis que se esfuerzan en ayudar a quienes acuden a ellos en busca de ayuda, siempre no come la fatiga. Son gajes del oficio de los profesores de yoga. Así que hemos de aceptar la fatiga y aplicarnos de nuevo mediante una intensa percepción consciente a fin de regenerar el cuerpo y recuperar energía. La percepción consciente en acción devuelve la energía y rejuvenece el cuerpo y la mente. La percepción consciente aporta vida. La vida es dinámica y por lo tanto las asanas también deben serlo.



Índice de todas las notas subidas de B K S Iyengar:

El yoga y los estados mentales
El cuerpo físico (asana). Estabilidad.
Asana por Iyengar
La práctica de Asana por Iyengar
Chitta Vrtti: las causas de modificaciones en la mente
Chitta viksepa: distracciones y obstáculos
Pranayama
Sisya y guru (discípulo y maestro)
Los estadíos del Yoga, Raja yoga y Hatha yoga.
Advertencias y precauciones para la práctica de Asanas
La presencia del sadhana en los cuatro capítulos de los Yoga Sutras
Yogasanas, consideraciones del cuerpo y la salud
Asanas: Percepción consciente, inteligencia corporal

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